Management with Values, o Gestión Sostenible Integral

Hablo frecuentemente sobre la gestión del desarrollo personal, pero me he pasado más de 20 años trabajando en la gestión del desarrollo de las organizaciones, de las empresas. Así que quiero hablar un poquito acerca de éstos dos conceptos: del MwV, al que yo llamo también Gestión Sostenible Integral.

Qué se esconde tras esas siglas? Sencillo y complejo a la vez. Se trata de entender en toda su profundidad un axioma muy repetido pero muy poco practicado: que las empresas son personas y que son parte de la sociedad.

Cada vez más, en un país que tiende al sector servicios y/o a la producción de alto valor añadido, una empresa es un ecosistema dentro de una serie de ecosistemas, al modo de las muñecas rusas.

Al estar formada por personas, el bienestar de las mismas es un vector determinante del grado de desarrollo de las capacidades individuales y de la aportación de valor personal.

Al ser la suma de personas y de medios productivos, se convierte en un ecosistema de cuyo equilibrio depende su competitividad como organización, como empresa. La ecuación inputs+recursos=output de una empresa/ecosistema en equilibrio positivo maximiza la productividad (output) sostenida en el tiempo y minimiza el input cuando los recursos dan lo mejor de sí mismos. Y eso solo se consigue de forma máxima y a largo plazo cuando se trabaja en el bienestar de los mismos.

Pero es que, además, la empresa forma parte de un ecosistema mayor, su mercado, que es parte a su vez de otro aún mayor, su espacio geográfico, que a su vez es parte del ecosistema-Mundo. Y, por ello, el desarrollar políticas integrales de sostenibilidad, de Gestión con Valores, cobra todo el sentido no solo desde un punto de vista ético, o de imagen de marca, sino incluso competitivo.

Así lo han entendido ya hace tiempo las sociedades más avanzadas, como por ejemplo las nórdicas, en las que las políticas empresariales de conciliación familiar-laboral, de desarrollo del capital humano y del talento, de la igualdad de individuos, de compromiso con el medio ambiente o de ética empresarial sólida y coherente, de transparencia y de construcción de marcas atendiendo también a atributos de sostenibilidad, son vectores competitivos de primerísimo orden indiscutidos y ya asumidos como “lo normal”, mientras que en otras sociedades (entre las que lamento creer que nos encontramos) todo eso es “lo raro” o “lo de moda”.

El día que quienes mandan, si me dejáis expresarlo así, entiendan y practiquen que una empresa en equilibrio con un entorno sano y en equilibrio, y formada por personas que se sienten bien es una empresa más competitiva, más fuerte, más rentable y con más futuro, no solo las empresas cambiarán sino que el Mundo también lo hará.

Saltar al vacío …

 

Mira al tipo del vídeo: se ha preocupado de equiparse convenientemente, ha buscado el día correcto, con las condiciones climatológicas adecuadas, y el lugar indicado. Probablemente se ha preparado todo lo que ha podido, física y síquicamente, y ha adquirido los conocimientos necesarios para el salto. No está solo, hay gente a su lado y abajo y, aunque en el vacío nadie puede ayudarle, tiene algún apoyo.

Y aún así tiene miedo, suda y jadea de estrés, de tensión, su cabeza da vueltas y se le ocurren mil excusas para dejarlo antes de empezar y todos los peligros imaginables se le aparecen no ya como posibles sino, incluso, como probables.

Y cuando son varios, cuando «saltan en familia», en grupo, todo se vuelve más complicado. Hay más factores a considerar, más cosas que pueden fallar, más complejidad, más dudas sumadas. Y no hay más recursos porque ada uno aporta los suyos, los que necesita, no hay adicionales para el grupo. Quizá todo lo más cierto potencial apoyo en el aire ante problemas de un miembro del grupo, aunque seguro que metidos en el salto cada uno debe mirar principalmente por sí mismo.

Aún así, salta. Y le sale bien. Y probablemente dirá que ha valido la pena. Y todo lo que pasó al principio le paecerá, ahora, mucho menos importante y duro.

 http://www.tubewatcher.tv/198

A veces nos planteamos lo que sentimos como «dar saltos al vacío» en nuestras vidas: cambiar radicalmente de trabajo, emprender un proyecto propio, irse a otra ciudad o país, divorciarse … saltos al vacío que, no importa cuan preparados estemos, nos hacen sentir quizá como el tipo del vídeo.

A veces los saltos los hacemos en compañía: socios, pareja, familia, amigos. Eso lo complica más. A veces lo enriquece. Otras, no hay opción de saltar solos.

Sea como sea, antes de saltar intentemos ir lo más «equipados» que podamos, escoger el día y el lugar, las condiciones mejores accesibles, prepararnos pero sin pararnos, tener un «plan B», contar con ayudas si es posible … y, luego, saltar solos.

Saltando te enfrentas a tus miedos, aprendes y te acercas más a conseguir lo que deseas. Jadeando en el borde, no.

En la vida, siempre hay saltos inconvenientes, saltos ineludibles y saltos convenientes. Los primeros hay que aprender a no darlos. Los segundos y los terceros, a hacerlo en las mejores condiciones posibles y a disfrutarlos.

No permitas que tu boya se convierta en ancla …

Estaba ayer tomando un café con una amiga y charlando sobre innovarse y re-inventarse a uno mismo, pues ella está inmersa en dicho proceso, y le expliqué un cuento que quiero compartir aquí. Dice así:

Cristóbal, el protagonista de esta historia, era un hombre esforzado y luchador, sólido y firme a decir de quienes le conocían. Estaba pasando una época un poco tormentosa y dura pues su trabajo, en el cual llevaba casi veinte años, pasaba por días de zozobra. La empresa, que él había conocido en sus inicios de pequeño emprendimiento, se había ido haciendo cada vez mayor y más exitosa y él había contribuído a ello con esfuerzo y entusiasmo, habiéndose también beneficiado de los resultados. Pero su sector, el mercado en el que su empresa se movía, estaba en crisis debido a que unas innovaciones tecnológicas muy importantes estaban cambiando el panorama y nuevos competidores habían empezado a comerse el mercado. Cristóbal había decidido tomarse una semana de vacaciones para airearse y relajarse, y para ello había comprado un billete para un crucero.

Pero una noche, en medio de una tormenta espectacular que le tenía bastante intranquilo y un poco mareado, un estruendo aunado con una gran sacudida le tiró literalmente de su cama: el crucero había chocado en alta mar con un mercante gigantesco al que un desplazamiento de parte de la carga había puesto en dificultades de navegación. Las sirenas empezaron a sonar, rompiendo la noche de forma chillona, y Cristóbal se encontró corriendo hacia la cubierta junto con docenas de otros pasajeros que, en pijama como él, luchaban asustados por llegar a algún sitio ala ire libre donde recibir instrucciones. Te ahorro el proceso, dramático hasta el límite, y concluyo contando que el crucero se fué a pique en apenas media hora en medio de una gran desorganización y confuso caos en el que apenas algunos botes fueron arriados y pocas de las personas que no alcanzaron a subir a uno de ellos pudo conseguir ponerse uno de los chalecos salvavidas.

En medio de la tormenta, que no remitía, la superficie del mar era oscura y ondulaba con grandes olas que, en sus subidas y bajadas dejaban entrever sombras confusas de cosas que flotaban de diversos tamaños y formas, y algunos sonidos humanos desgarrados conseguían romper a retazos el restallar de los truenos y la violenta lluvia.

Cristóbal, en pijama y sin haber podido alcanzar ni un bote ni un chaleco, había conseguido saltar por la borda sin dañarse gracias a que sus miedos económicos al futuro le habían llevado a reservar un camarote barato en una cubierta baja. Y, allí nadando estremecido de frío y miedo, rozó con los dedos de su mano izquierda algo duro y grande: a escasos centímetros de él flotaba un gran bidón de plástico blanco con asas negras al que se aferró con todas sus fuerzas de luchador superviviente.

La noche no fue larga y la tormenta se disipó poco antes de amanecer, lo cual fue una fortuna para él porque temía que las frías aguas le afectaran de forma determinante. Con los primeros rayos de sol calentando su cara Cristóbal se sintió capaz de salir de aquello, diciéndose que con toda seguridad los servicios de rescate debían de tener noticia del naufragio y con la luz diurna le encontrarían en cuestión de horas. Pero su esperanza se enturbió enseguida cuando pudo ver que el bidón carecía de tapa y poco a poco había ido llenándose de agua. Desesperado, buscando ganar las preciosas horas que presumía necesarias hasta que el rescate llegara, buscó con desespero algo para tapar la boca del bidón. Lo intentó con la parte superior de su pijama, pero estaba empapada y el agua seguía entrando. Probó a usar su mano, más entonces tenía que asirse a la boya con la otra en solitario y al cabo de un par de minutos interminables estaba agotado.

El bidón estaba cada vez más lleno, y cada vez más hundido. Llegó un momento en el que apenas era capaz de sostener flotando a Cristóbal, y éste tuvo que ayudarse nadando con los pies … y luego con una mano.

Pero no quería soltarlo. Se aferraba a él como si lo que había sido su salvación la noche anteior pudiera seguir siéndolo. El bidón se llenó de agua y se fue al fondo. Y Cristóbal, incapaz de soltarse y de nadar o de buscar algo nuevo, se hundió con él, con la boya que se convirtió en su ancla.

Cuando las últimas ondas de agua se desvanecieron tras la desaparición de Cristóbal, cuando las burbujas dejaron de aflorar a la superficie, unas maderas llegaron flotando a donde diez minutos antes él luchó por salvarse aferrado a su bidón.

Políticos pasan hambre en la Cumbre de Nueva York para concienciar sobre los Objetivos del Milenio … es bromaaaaaaa!

La buena noticia es que este año hay muchos menos pasando hambre en el Mundo (este año, «solo» mil millones se mueren de hambre) … la mala es que ha sido porque las lluvias han hecho muy buenas cosechas, no porque los políticos asuman sus responsabilidades. Así que toca seguir presionando y concienciando … ánimo! 🙂

‎20-22 Sept. Reunión políticos NY para evaluar cumplimiento Objetivos del Milenio.

Esa reunión será corta, ya les hago yo la evaluación: fatal tirando a penoso de vergüenza.

Una vez solventado el objetivo de esa seguro que faraónica reunión (porque no creo que en ella pasen hambre para solidarizarse y sentir por un día lo que padecen mil millones de personas), pueden pasar al siguiente tema del día: hacer que los Objetivos del Milenio que ELLOS fijaron se cumplan.

Pásalo, cuánta más gente hable de esto, difunda, presione, más fácil que algún día hagan lo que deben.

Objetivos del Milenio, dooonde estaaaaaaissss, que vengo a comerooooossss ...

Objetivos del Milenio, dooonde estaaaaaaissss, que vengo a comerooooossss ...

A dónde vas?

Ella se sentía triste, agobiada, la vida que llevaba allí le resultaba opresiva, gris y falta de sentido, le incomodaba todo lo que la rodeaba.

Así que lo dejó todo y viajó, viajó … y viajó.

Y un día, a 10.000 km de su cuidad natal, sintió de nuevo esa angustiosa opresión.

Y se dió cuenta que no por mucho viajar se alejaba de lo que llevaba dentro …

Unos cuántos por qués y un sin embargo …

¿Por qué, si las lenguas se hicieron para comunicarnos, algunos se empeñan en usarlas para separarnos?

¿Por qué, si es obvio que las fronteras solo sirven para separarnos, permitimos que sigan existiendo?

¿Por qué, si el otro es diferente a mi y, por tanto, yo soy diferente a él, no nos damos cuenta de que todos somos igual de diferentes y dejamos de permitir que la diferencia nos separe?

¿Por qué, si lo que me enriquece es lo que me aporta cosas nuevas, nos cerramos a la diversidad y a lo nuevo?

¿Por qué a menudo luchamos más por conseguir lo que nos gusta que por desterrar lo que nos disgusta?

¿Por qué lo que está suficientemente bien está suficientemente bien, si es el inconformismo lo que siempre ha movido el Mundo?

¿Por qué nadie saca al mercado perfume a «humildad», a «valentía» o a «coherencia», y en cambio nos inundan de anuncios perfumados de «soberbia», «prepotencia», «miedo» o «doblez»?

¿Por qué, si es obvio que todo es una gran mentira, siguen ahí lo que nos mienten?

Sin embargo, tengo esperanza, y se acrecienta cada vez que veo a alguien luchar con su granito de arena.

Namaste

En Bricolatge Emocional, hablando de salir fortalecido de las crisis …

http://www.tv3.cat/videos/3021050/La-crisi-com-a-oportunitat

Gran programa, con algún amigo compartiéndolo, y haciendo una pequeñita contribución con gran cariño …

¡Quién necesita gurús teniendo abuela!

Mi abuela se llamaba Felipa, pero todos la llamaban Feli. Así que a su nombre solo le faltaba una letra para llamarse Feliz … pero a ella no le faltaba ni eso para serlo. Y es que mi abuela no es ya solo que fuera feliz, es que nos hacía felices al resto.

De mi abuela nadie hablaba mal y, si alguien lo hizo alguna vez, debió de hacerlo muy bajito para que nadie lo oyera. Porque mi abuela era la campeona de la popularidad en el barrio de Gijón donde vivía. Fíjate como sería la cosa que hasta el tipo de la sidrería de abajo salía a saludarla con cariño y eso que ella no era clienta. Ir con mi abuela por la calle era un ejercicio de paciencia, porque para tres esquinas necesitabas 20 minutos, de la de gente que se paraba a saludarla.

Mi abuela era una persona muy seria, pero siempre se estaba riendo. Si mi abuela decía blanco, era blanco, y las cosas se tenían que hacer como se tenían que hacer, y para mi abuela eran sagrados el respeto, la palabra dada, el compromiso y el esfuerzo. Pero, ya te digo, siempre se estaba riendo. No solo eso, sino que se podía pasar la tarde entera contándote chistes y anécdotas medio en castellano medio en bable (porque mi abuela era más asturiana que la fabada) y tú te meabas de risa. Y el caso es que no te enterabas de la mitad, porque entre que ella se caía al suelo de risa mientras te lo contaba, y que ese «bablellano» que hablaba no había por donde cogerlo, te perdías a medio chiste. Pero daba igual: no podías parar de reírte con ella de verla cómo se lo pasaba y cómo lo contaba. Yo creo que si mi abuela nos hubiera estado contando el entierro de alguien también nos habríamos caído de culo de la risa.

Cada año íbamos a pasar el verano con ella. Cada año nos contaba los mismos chistes y las mismas anécdotas. Nunca nos enterábamos de la mitad, y cada año nos meábamos de la risa con ella.

Mi abuela tenía un refrán para todo, y siempre acertaba. Yo creo que ahí la Academia de la Lengua, o la del Refrán o la de lo que sea han errado de pleno no habiéndola hecho Académica y encargándole que hiciera una enciclopedia y un programa en la tele de refranes. Ahora ya es tarde … no solo porque mi abuela ha muerto, sino porque ahora en la tele ya eso no tendría hueco. Quizá por eso hace unos años que ya no la veo: porque una tele donde no tuviera cabida un programa hecho con mi abuela, es una tele que no vale la pena verla.

Cuando mi abuela hablaba, todos se callaban. No es que hablara muy alto. Ni que diera patadas como Chuck Norris si la interrumpías. Ni que le tuviéramos miedo … a mi abuela no le tenía miedo nadie. Pero respeto, si, y mucho. Así que cuando mi abuela hablaba, todos se callaban.

Mi abuela se murió a los 99 años, y hasta poco antes tenía la cabeza bien clara. Veía la tele, leía los periódicos, y podía discutir contigo acerca de si había sido mejor presidente Helmut Kohl, Jacques Chirac o Margaret Thatcher. Y te ganaba. Así que solo discutías con ella por la diversión de escucharla y de verla gesticular.

En mi boda, mi abuela se levantó, se puso a dar palmas y a cantar «Asturias patria querida», y todo el mundo se puso a cantar con ella a voz en grito. Tenía entonces casi 90 años, y la gente resumió mi boda así: «¡coño, vaya abuela que tienes!».

Mi abuela cocinaba que te morías de gusto. Desde que entrabas por la puerta de su casa que empezabas a tener hambre de como olía. Fíjate que hace años tenía el proyecto de montar un restaurante que se llamara «Ca la güela» y que oliera como en su casa! El único problema era que mi abuela no era capaz de distinguir cuánto come una persona de cuánto come un elefante. Así que, para no equivocarse y quedarse corta, te ponía en la mesa comida para un elefante. Y si no te la comías toda, venía y te decía: «Es que no te ha gustado, fiu???». «Fiu» es «hijo» en bable. Pues a lo que íbamos, que te venía preocupada y le tenías que decir: «que no, abuelita, que es que yo al quinto plato empiezo a no tener más hambre». «Pues vaya pena!», te decía, «porque te había hecho de postre unos frixuelos y un arroz con leche con canela, como te gusta!». Y, claro, te lo comías y luego reventabas, pero te lo comías.

A mi abuela la llamábamos abuelita, no sé muy bien si por cariño o porque era pequeñita. Lo que estaba claro es que mi abuela, midiera lo que midiera, era una tía grande.

Mi abuela era una de esas viudas de guerra que tuvo que sacar adelante una familia, que pasó penurias indecibles y que nunca tuvo nada fácil. Pero nunca se quejó, nunca tuvo una mala palabra y siempre tiró p’alante con un espíritu más positivo y más moral que el Alcoyano, que iba perdiendo 17 a 0 y pedía prórroga. Si le ibas a mi abuela con un problema, te miraba con una sonrisa y te venía a decir: «pues habrá que echarle cojones!». Mi abuela no lo decía, pero se le notaba que cuando veía a alguien quejarse de cómo le trataba la vida se tenía que aguantar las ganas para no soltarle un soplamocos.

A mi abuela, el Eckhart Tolle no se hubiera atrevido a decirle que tenía que vivir el presente, porque mi abuela no es que lo viviera … es que mi abuela exprimía el presente como una naranja.

Hace ya algunos años que murió mi abuela, pero como estoy convencido de que era un angel, y de que en el Cielo tiene internet, por si acaso se ha hecho un perfil en Facebook escribo estas líneas. Abuelita, si me lees, que te quiero. Y que sepas que mamá se parece cada vez más a ti. Y que Terele se parece cada vez más a mamá, así que me da a mi que tú te estás reencarnando más que el Dalai Lama.

Algunos, como no han tenido la suerte de tener una abuela como la mía, tienen que irse a los Himalayas a buscarse gurús … todo eso que he tenido la suerte de ahorrarme yo 🙂

Sobre la humildad …

 La humildad es una de las mayores virtudes de la gente grande de verdad … no hay nadie más pequeño que quien se cree grande.

Solo los grandes dan lo mejor de si mismos a los demás. La gente pequeña se queda para si lo mejor que lleva dentro, y así se empequeñece cada vez más.

El sabio ofrece a los demás su humildad porque, con ello, les muestra su grandeza.

Solo el estúpido hace gala de su grandeza, acrecentando así su pequeñez.

Cada vez que te sientas grande, dirige tu mirada a todo aquello que todavía te hace pequeño.

Cada vez que quieras ser grande, haz más pequeño aquello que te empequeñece.

Cada vez que te sientas pequeño, dirige tu mirada a aquello que te hace sentir así, y alégrate de tener la sabiduría de verlo y pide tener la fortaleza de mejorarlo.

Cada vez que alguien te diga que eres grande, agradece el cariño pero no pierdas ni un segundo en sentirte grande, porque será un tiempo que habrás dedicado a ser pequeño.

La humildad no consiste en sentirse pequeño. Tampoco en hacer como que no somos conscientes de las cosas que hemos conseguido hacer crecer en nosotros.

La humildad consiste en seguir mirando hacia lo que nos queda de camino, independientemente de cuántos pasos llevemos caminados.

Namaste

De una entrevista a George Wein …

George Wein: ¿Sabe lo que es el éxito?

Ima Sanchís – La Vanguardia: ¿. ..?

G.W.: Tener 84 años y estar haciendo lo que hago. Estar aquí en Barcelona con usted que me está entrevistando porque se supone que soy un tipo interesante. Me estoy divirtiendo, no he venido aquí a ganar dinero.

I.S.: ¿Me está diciendo que el éxito no tiene nada que ver con el dinero?

G.W.: El dinero es necesario, pero el verdadero éxito es ganarse el autorrespeto.

Para saber más de George Wein: http://en.wikipedia.org/wiki/George_Wein

Para saber más sobre el autorrespeto, mira dentro de ti al irte a dormir por las noches 😉


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José Luis Montes

El autor de éste blog, así como del libro homónimo, quiere mantener a través de este espacio una relación continuada con los lectores y asistentes a sus conferencias. José Luis Montes ha sido durante más de veinte años directivo de multinacionales y empresario de éxito, al mismo tiempo que escritor, conferenciante, consultor y dirigente de organizaciones sectoriales. Un buen día decidió ser feliz. En la actualidad sigue desarrollando una intensa actividad como escritor, conferenciante y coach, combinándolo con la colaboración y el asesoramiento a varias ONGs y fundaciones. Además, y de forma muy especial, dirige la organización sin ánimo de lucro Movimiento Wikihappiness, del que es fundador, el cual experimenta un fuerte crecimiento y es su plataforma principal para cumplir su sueño: dedicar su vida a mejorar el mundo. Es también un montañero experimentado y una persona exigente en su búsqueda de un desarrollo personal y espiritual coherentes.

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